Las celebraciones pancélticas conocidas como “Fiestas de Media Estación”, presentes en muchos pueblos y culturas y conocidas por muchos nombres, consisten en cuatro grandes Ferias o Asambleas Populares, que se celebran aproximadamente a principio de los meses de Noviembre, Febrero, Mayo y Agosto, según nuestro Calendario Civil.
Tienen este nombre, porque coinciden con el cenit de cada una de las Cuatro Estaciones del año, aproximadamente mes y medio después de cada Solstinoccio, que es cuando cada fase estacional alcanza su clímax y puede apreciarse sensiblemente en la climatología y la Naturaleza, por lo común unos 40 días después de su entrada astronómica.
Estas Festividades, permanecieron “fijas” (con fecha fija) en nuestro almanaque actual (cristianizado), porque el festiario cristiano que las incorporaría, sólo conserva como fiesta movible la Semana Santa, si bien en los Calendarios Litúrgicos Celtas es habitual calcularlas a partir de la primera Luna Llena tras el periodo de “cuarentena”, como decíamos y de ahí la palabra, lo que se produce unos 40 días después de la efeméride que la precede.
La cuarentena, originalmente obedecía a una de las fases de la GESTACIÓN, sacralizada desde tiempo inmemorial, siendo tres los momentos más críticos: Concepción, Parto y Puerperio. Sería mucho tiempo después, que se relacionase con un periodo de aislamiento para evitar infectar a otros enfermedades contagiosas.
El Puerperio, responde a la última fase del periodo de la mujer gestante, un tiempo de Purificación que viene a ser el que necesita el organismo femenino en recuperarse tras el parto, y volver psicológica, fisiológica y biológicamente a la situación previa a su embarazo. La simbología que atesora esta circunstancia, trasciende de lugar y época, tomando un carácter universal y sagrado que marca cuándo se produce la efeméride que calculan y celebran los sacerdotes, y a partir de qué fecha el pueblo está fuera de “peligro” y es llamado a celebrarla abiertamente.
Esto, no es extraño entre los celtas o en la Wicca (al menos la Tradición Celtíbera), que como en el caso de los Novilunios y Plenilunios, la Fiesta de Luna Nueva tiene un carácter más interiorizado que público, y la Fiesta de Luna Llena no sólo sacerdotal (religioso) sino también popular (lúdico y económico), y de ahí que la Fiesta de Media Estación se acompañe de mercados, asambleas, banquetes, danzas, orgías, etc.
Es lógico, que los pueblos antiguos marcasen sus celebraciones estacionales a tenor de los cambios de tiempo que podían observar directamente, y que no sólo afectaba a la Naturaleza, sino a la economía (pastoreo, siembra, recolección, etc). Como es razonable, que sólo los sacerdotes supiesen con exactitud la fecha astronómica y que la honrase debidamente, guardando después el periodo purificatorio y regenerador hasta que el pueblo pudiese participar de la celebración.
Las Fiestas de Media Estación, no suplen ni son distintas a las efemérides astronómicas que las preceden, sino que son una extensión o consecuencia de las primeras. No puede haber Fiestas Estaciónales sin Solstinoccios, como no puede haber Plenilunio sin una Luna Negra que se fue nutriendo hasta su plenitud.
Por eso, que el interés moderno por diferenciarlas o incluso enfrentarlas, haciendo parecer que sean efemérides de calendarios distintos, no deja de ser un recurso pueril y frentista de quienes necesitan crear singularidades, que les doten de una identidad innecesaria, cuando no ficticia. Y todo, por desvirtuar a la Wicca.
© Fernando González