Con el título de “Wicca ecléctica, pero sin mezclas raras”, de la Web Wicca Solitario[1], nos llega un artículo con afirmaciones entiendo que inconsistentes desde un punto de vista histórico, que además comienza contradiciéndose con un pleonasmo de manual: porque ecléctica es ya en sí misma una mezcla, rara o no, y la mejor valoración a tener en cuenta desde este planteamiento, es antes la inspiración de cada cual que lo pertinente que cada quién entienda que sea.
No deberíamos desviar nuestra atención de lo principal, porque para bien o para mal, mezclar desvirtúa, por mucho que pretendan que nos centremos antes en el resultado de la mezcla, que en el hecho mismo de haber mezclado, y por lo tanto de haber creado algo nuevo, diferente, buscando y he aquí su hándicap, que conserve la “marca” original.
Y es que el conocimiento histórico deja sin lugar ni sentido querer seguir interpolando de aquí o allá y menos sin más criterio que el personal, para practicar un Culto Wicca fielmente y con garantías.
Pero a lo que parece por el reproche de este artículo, el problema no está en mezclar, sino que lo que se mezcle sea o no consecuente con el criterio de quien lo analiza, para conciliar lo mejor o más verosímil de cada Tradición y sistema una vez superada la aprobación de quien lo escrute. Sin embargo esto es todo lo contrario al Eclecticismo y lo más parecido a un pseudo-sistema tradicional encubierto ¡el propio!
Quiero dejar al margen de esta descripción, a quienes siendo coherentes con sus dudas, no han encontrado la vía adecuada pese a buscarla, guiándose mientras tanto por sus estudios.
Si no gusta el origen o el resultado de la mezcla ¡se aguanta uno! Porque en un sistema ecléctico nadie es quién o es más para dictar reglas, y todos lo son para guiarse por las propias. Y es que los hay que ya no se conforman con decirse practicantes eclécticos, sino que quieren que los demás sigan sus reglas y conclusiones.
De no haber un Síndrome de Jerusalén, debería inventarse. El individualismo mal llevado, aquél que nos supone libres para hacer lo que nos salga de las narices por un presunto derecho a poder manipularlo todo y no dar cuentas de nada, nos ha empujado a pasar del fraternalismo al mesianismo en pocas décadas, de unirnos a un Culto a crear el propio, pero eso sí, con la peculiaridad de suplantar o cohabitar con una religión que existe y ponernos a su nivel. Y es que el ego no solo da ínfulas, sino una inseguridad patológica.
Una vez nos saltamos la regla y aceptamos que pueda llamarse Wicca a mezclar de un lado u otros, seamos coherentes: poner ventanas al bosque solo da para un bonito cuadro.
Por eso no entiendo la posición de quienes parten defendiendo una vía ecléctica y luego critican que esta línea se les vaya de las manos. Hombre… es que de casta le viene al galgo.
Pienso que en este sentido el problema parte de tres posturas erróneas:
1°.- Que no se quiera saber el origen de la Wicca.
2°.- Que no se quiera ver que la Wicca tiene referentes históricos.
3°.- Que no se quiera entender que en la Wicca no caben todos, ni todo pueda ser Wicca.
Y al margen de la opinión personal que podamos tener cada uno de nosotros, la realidad es que esta posición está sobradamente refutada por unos antecedentes tan conocidos como evitados:
1°.- Que la Wicca tiene un origen proto-indoeuropeo.
2°.- Que la Wicca puede rastrearse hasta la Edad Media, que se la llama Brujería.
3°.- Que la Wicca lo es en tanto fiel al sistema de creencias de los pueblos indoeuropeos.
Claro, si asumimos, y no puede ser de otra manera si nos damos por enterados de los hechos, que esto es así, sería imposible defender una Wicca de origen moderno, sin nexo claro con el pasado y ecléctica. Con la historia en la mano, la Wicca no es exclusiva o patrimonio de nadie, pero tampoco personalizable y de libre adscripción o acceso.
Por eso este “empecinamiento”, a mi parecer irracional, de hacer como si no fuese con uno el cúmulo de hechos y evidencias que confirman justamente lo contrario a lo que defienden. De resultas de comportarse y proceder como si no supiesen de lo que les hablan, más que valorar el criterio que aplican, perjudica su credibilidad.
Una porfía producto quizá de un estatus que perderían, de una posición de privilegio que desaparecería o de la suma de ambas, porque no puedo entender que aquí tenga algo que ver la ignorancia o la falta de entendimiento.
Por otra parte y no me cansaré de repetirlo, no puede existir una Rama Ecléctica siquiera por semántica o si se quiere tómese pero solo como un deje poético: si se reconoce un Camino basado en el eclecticismo, el mismo deja de ser ecléctico, puesto que ya está encasillado y consta de unas bases, por mucho que la base sea precisamente carecer de una concreta, o elegir la que mejor se acomode al sentir mayoritario. El ecléctico es uno mismo, no la Wicca, porque no existe una Wicca ecléctica, sino eclécticos en la Wicca.
No es posible, por lo tanto, afirmar como empieza diciendo este artículo, que el delirio o el ego de algunos puedan desvirtuar la Wicca Ecléctica, una Wicca que precisamente por pretenderla “ecléctica”, ya nace desvirtuada aún cuando fuese producto de la racionalidad o de la mesura. Es muy sencillo:
Sí partimos del concepto -erróneo- que el eclecticismo se sustenta en la visión particular de quienes se acercan a la Wicca, para elegir de entre todas las variables posibles los sistemas que mejor se acomoden a su percepción de la misma, no hay delirio que por serlo desacredite la “eclecticidad” de nadie.
Es normal que si ofrecemos al interesado la posibilidad de acomodar la Wicca a sus ideas, esta Religión se haga muy popular. Un Camino personalizable y sin ningún compromiso real, sin una vinculación necesaria y sin dogmas, que te confiera un reconocimiento, un estatus y una integración social ¿cómo no iba a acabar siendo la bicoca religiosa de una sociedad, la occidental, condicionada en lo religioso pero predominantemente agnóstica, en un momento -el actual- de incertidumbre espiritual? Pero en realidad no deja de ser un espejismo y autoengaño.
Querer después llamar al orden al “neo-wiccano” para constreñirle a unas normas, decir que ser ecléctico no es elegir lo que entienda más apropiado, sino lo que nosotros digamos que lo es, que será wiccano ecléctico mientras siga nuestro sistema y no otro, con nuestras reglas y condiciones, rompe, obviamente, toda cualidad de ecléctico.
A fin de cuentas, el único requisito formal para decirse brujo, es poco más que adoptar la nomenclatura, seguir la Rueda del Año y llamar a sus fiestas sabbats y esbats (nombres que tampoco entiendo apropiados). Ah y saber que la teología no es indispensable y uno puede ser monoteísta, politeísta o “todoísta” ¡incluso ateo!, ni tan siquiera necesita cambiar de Dioses o religión y de quererlo, puede mezclar de casi cualquier panteón… vamos que a lo que parece de eso trata el eclecticismo:
Que sea YO quien defina lo que debe ser lo más adecuado PARA TI, en un sistema que dicta que CUALQUIERA pueda decidirlo (?).
La presunta rama o variante de una religión, donde muchos -afortunadamente cada vez menos- de los que se definen como fieles, dedican más atención a poner motes a la Luna que a su historia, que ni la observan ni la esperan, pocas perspectivas y menos arraigo puede ofrecer.
No es de extrañar, pues, que luego debamos oír, no sin cierta incomodidad por mi parte, todo hay que decirlo, que en cada encuentro pagano muchos se definan como “exwiccanos” que tras pasar por la Wicca han madurado su fe Hasta el Camino en el que estén. Testimonios de quienes, digámoslo claro, no estuvieron en otra Wicca que la propia, creada ad hoc o si acaso por terceros en similares circunstancias.
Y este postureo wiccano, ha venido forzado a propósito de insistir machaconamente que la Wicca es una religión nueva y por defecto mejorable, pero sobre todo susceptible de SERVIR a nuestros intereses y necesidades. Y es que en apenas décadas pasamos del antropocentrismo al EGOCENTRISMO. Y no, no es la Wicca lo que puede mejorarse, sino nosotros y nuestra percepción de la misma.
Las otras causas que han favorecido esta situación, ha sido mantener el concepto erróneo de que Brujería y Hechicería sean sinónimos (curiosamente nunca Wicca y Brujería, que en todo caso sí lo serían) y que un wiccano solitario es quien va por libre.
Como la hechicería no obliga a responsabilidad, afinidad o valores que no sean los que cada quién lleve consigo y además el oficio de “conseguidor” es una materia muy “golosa”, una perita en dulce que sólo tiene ventajas, es lo que más ha atraído al profano.
El único inconveniente que plantea la Hechicería es la carencia de respuestas, de un fondo espiritual que la de un espacio y una uniformidad, quizá un sentido. Y hete aquí que sin quererlo, el Cristianismo da con la solución.
Con el objeto de desvirtuar los Cultos nativos precristianos, el Cristianismo se vio forzado a combatir el Paganismo apropiándose de mitos, santuarios y finalmente acabar fagocitando la especialización e intermediación con lo Divino: el Sacerdocio.
Obviamente, la idiosincrasia exclusivista de un Cristianismo con el poder suficiente, no permite competencia, ni consentida ni directa y mucho menos moral, que era en resumidas cuentas la que por lógica ostentaban los Sacerdocios Paganos. Ergo ¿cómo subvertir la situación? Tal y como señalaba y una vez cubren los primeros aspectos (tergiversan o se apropian de los mitos y destruyen u ocupan sus lugares habituales de Culto), desvirtúan el sacerdocio: le despojan de su estatus, inhabilitan como referente y demonizan sus cualidades.
Y así, unen la figura del sacerdote pagano, ya malvado e interlocutor con los Demonios, a la del hechicero ahora reconvertido exclusivamente en “conseguidor” de males, voluntades y almas, como muy bien resuelve la Catedrática de Historia Antigua Rosa Sanz Serrano:
“El análisis de la destrucción de los centros de culto ha supuesto igualmente el de las transformaciones operadas en el sacerdocio pagano -tanto el dedicado a cultos prerromanos como romanos que no se suelen diferenciar en las fuentes tardías–, que, perdidas sus prerrogativas, se vio obligado a realizar sus actividades de forma oculta o en espacios abiertos aislados, lo que les valió ser identificados con el mundo de la magia y la superstición.”[2]
Desde este momento, brujo y hechicero pasan a ser una misma persona y oficio, sin más interés que la de conseguir por su “arte” hacer realidad los deseos más inconfesables de sus convecinos, intelectualmente despreocupados de cualquier trasfondo religioso, filosófico o espiritual, e incluso proclive a medrar en cualquier Culto. La figura pública del brujo iría perdiendo la consideración religiosa y sacerdotal, en favor de la pose maléfica y “supersticiosa”.
El problema surge cuando la figura del brujo propiamente dicha comienza a recuperarse y la Vieja Religión sale a la luz pública. Momento en el que no todos o mejor dicho, en el que una gran mayoría quieren seguir en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, abrogarse un pasado mítico sin perder su independencia religiosa o moverse en cualquiera. Y es aquí donde el eclecticismo reclama su espacio, auspiciado por quienes afines a la Wicca no lo son tanto o no completamente a sus Tradiciones y a la posibilidad evidente de perder o redefinir sus principios.
Entonces es cuando toma más protagonismo la figura del wiccano solitario, mitificado por unos valores que, sin desmerecer los que posee, en realidad no representa: ni el de vigilante de una presunta ortodoxia que él no sigue por tener la propia, ni la de iniciado en un Culto en el que no lo está más allá de haberse auto-dedicado.
El auténtico wiccano solitario es aquél iniciado en la Wicca, que no pertenece a ningún coven.
¿Pero qué o quién marca o pone los límites, cuáles son? Y lo más importante ¿quiénes deciden que los límites sean unos y no otros, con qué autoridad?
Inmediatamente después de sentenciar, sin explicar en virtud de qué regla lo hace, que en la Wicca ecléctica se han “colado” eclécticos (!), el escritor afirma casi con desesperación por lo díscolos que somos algunos de no creerlo, que la Wicca no es la Vieja Religión que muchos defendemos. Y justifica su reproche en que Margaret Murray, que defendió la teoría de que la Brujería es una religión prehistórica, fue desacreditada básicamente por dar crédito a las confesiones arrancadas a los reos de Brujería en los Autos de Fe y haber forzado algunas de las evidencias que expuso, falseando los datos.
Pero no es cierto que Murray intentase demostrar esa línea histórica, porque esta línea histórica existe, si bien, claro, no demuestre una Institución religiosa Wicca con un linaje ininterrumpido desde el Paleolítico ¡que ni lo hubo ni lo necesita! entre otras muchas cosas porque someter a la ortopraxis moderna sistemas cultuales paganos, no deja de ser un recurso subjetivo de quienes creen que para serlo, las religiones deban regirse por cánones cristianos.
La pertenencia o no a una religión pagana, NUNCA estuvo supeditada a ningún censo, ni por supuesto recogida en documento alguno. Mucho menos, claro, desde 380 e.a. (Edicto de Tesalónica), porque entre otras cosas hubiese supuesto la condena a muerte del creyente.
Y no olvidemos que la devotio pagana no ha sido ni es cuestión de adscripción o linaje, sino de convicción y práctica, condición única y suficiente para determinar la filiación a un Culto. Cuestión diferente es su condición dentro del Culto y el modo por el que llegase a la misma.
De hecho, la investigación moderna y el mundo académico que estudia la supervivencia del Paganismo en las sociedades medievales y su relación con la Brujería, a través de la etnoarqueología y otras disciplinas, está empezando a tomar en consideración teorías también -que no exclusivamente- defendidas por Murray, como es el caso de Ginzburg o Condren y otros muchos historiadores que ya hemos citado una y otra vez… y que vamos a seguir citando.
Es más, es que ya son muy pocos los que niegan que la Brujería sea una prolongación del Paganismo ¡que no lo hace ni la propia Iglesia Católica! Y muchos de quienes lo hacen hoy en día no son historiadores, sino paganos… Lamentable.
Es que ya lo dicen los propios católicos:
“Una consideración particular de estas manifestaciones paganas merece en nuestros días la brujería. Muchas veces se tiende a identificar la brujería con el satanismo, sin embargo, se trata de dos realidades completamente diferentes. La brujería corresponde al contexto de las religiones pre-cristianas, particularmente a los cultos de adoración a las fuerzas de la naturaleza, y por lo tanto no se encuentra ligado en su origen a los conceptos de bien y mal propios del cristianismo. Claro que en los primeros siglos del cristianismo, durante su proceso de expansión, los cristianos se encontraron con estos cultos de la naturaleza, sus sacerdotes y prácticas, y debieron dar respuesta a ellos. El principio de razonamiento fue sencillo: los cristianos no conocen otro poder que el poder de Dios; todo lo que no provenga de Dios solo puede provenir de su adversario, el demonio. Por lo tanto, quienes invocan un poder que no es el poder de Dios, invocan el poder de los demonios y por lo tanto son adoradores del demonio. Este razonamiento llevó a considerar a todos los seguidores de los sacerdotes que adoraban las fuerzas de la naturaleza como por ejemplo los druidas y las brujas del centro de Europa como adoradores de Satanás; y a sus cultos, como cultos satánicos. Así comprendió a la brujería la Inquisición tanto en regiones católicas como luteranas y anglicanas; a punto tal que algunos autores han llegado a afirmar en su momento que en realidad la brujería era solamente una consecuencia (“invención” dijeron algunos) del accionar de la Inquisición. Sin embargo, estas creencias están muy lejos de las que describimos en el apartado anterior y desde sí mismas nada tienen que ver con la adoración del mal. No se debe confundir la adoración de Satanás con la adoración de las fuerzas de la naturaleza propia de las religiones europeas pre-cristianas. En estos términos los sacerdotes y sacerdotisas de los antiguos cultos europeos pre-cristianos de la naturaleza genéricamente llamados brujos y brujas, fueron considerados adoradores de los demonios por invocar fuerzas distintas de las del verdadero Dios a los ojos de los cristianos. Ahora bien, estrictamente hablando, estos brujos y brujas no pueden ser considerados satanistas en los términos que precisáramos antes. Dentro de este concepto de Brujería como culto a las fuerzas de la naturaleza, y brujo/a como el sacerdote o sacerdotiza de estos cultos, contemporáneamente podemos encontrar a la Wicca, el neodruidismo y otros movimientos semejantes que se caracterizan por celebrar el ritmo de las estaciones del año y otros fiestas de la naturaleza.”[3]
Que nos digan si es que como Murray está -parcialmente- desacreditada, las Homilías Anglosajonas de Elfrico son un plagio moderno, y puesto que como esta antropóloga no pudo demostrar sus teorías, Julius Pokorny inventó el término en su afamado léxico de indoeuropeo (Indogermanisches Etymologisches Woerterbuch, escrito en 1959 y aún actualmente manual de cabecera para el estudio de la etimología indoeuropea). Y si no pueden refutarlo, que nunca lo hacen, que expliquen por qué lo silencian y no dicen la verdad.
¿Es o no cierto que Elfrico identifica la Wicca como las prácticas del paganismo que renombra con el nombre de Brujería? SÍ o NO.
¿Es o no verdad que Pokorny cataloga el término Wicca como una raíz indoeuropea vinculada a una práctica religiosa? SÍ o NO.
Creo que las preguntas son claras, sencillas y resolutivas. Si la respuesta es sí, es cierto que la Wicca es la Vieja Religión Europea. Si la respuesta es no, efectivamente no podemos ver en la Wicca una vieja religión. Caso a parte, será que exista una Corriente Wicca con un linaje ancestral. Y abundando en esto, querer vincular el origen de la Wicca con la existencia de UNA de sus corrientes históricas (Británica), en concreto la que develara a mediados del siglo pasado Gerald B. Gardner.
¿En qué se basa entonces el autor, tal y como afirma, que la Wicca “puede” decirse que nace en los años 50 del siglo pasado? Pues ni más ni menos que en eso, en que puede (!).
¿Y los argumentos para desvincular la Brujería del Paganismo? Que las teorías de Murray estén desacreditadas y Cunninghan veía más el uso de fuentes tradicionales que la “revelación” de ritos milenarios y no entendiese la Wicca como un Culto ancestral. Bien, ya sabemos la OPINIÓN de Cunninghan ¿y la historia? ¿Y el hilo argumental, las pruebas, por qué? ¿Es en esto que basa su afirmación?
Ahora que sabemos lo que dice Cunninghan y el autor de este artículo, recordemos lo que también dicen algunos de los muchos historiadores que al parecer carecen del crédito necesario o la solvencia para tenerse en cuenta por quien se postula como wiccano solitario (ecléctico):
▪ “La «caza de brujas» perseguía la liquidación de las últimas supervivencias del «paganismo», es decir, en esencia, de los cultos de la fecundidad y los argumentos iniciáticos. El resultado de todo ello fue el empobrecimiento de la religiosidad popular y, en determinadas zonas, la decadencia de las sociedades rurales”[4].
▪ “Pero a veces la actividad homosexual femenina se relacionaba con rituales paganos que habían sobrevivido a la cristianización de Rusia; las mujeres que practicaban la homosexualidad se llamaban ´abuelas que insultaban a Dios´ y se les acusaba de rezar a los malos espíritus. La brujería también se relacionaba con el paganismo, pero no se identificaba de una manera especial con las mujeres”[5].
▪ “En España, y por lo que respecta a las repercusiones de la Reforma Católica en la religiosidad popular, el trabajo pionero y casi único de Christian es claro en sus conclusiones103. La Reforma Católica se limitó como mucho a corregir los excesos, pero no eliminó la religión ´popular´104. En esta línea, para Augustin Redondo, a pesar de la actividad incesante desarrollada por la Iglesia tras Trento, no se produjo una transformación rápida de las mentalidades, que siguieron manteniendo, especialmente en las comunidades rurales una visión mágica del mundo105. Para Mantecón el Concilio, y ´su propuesta social y cultural […] triunfó al imponer un calendario festivo y un ritual religioso en la sociedad, pero no logró erradicar las prácticas sociales concretas que caracterizaban la cultura y la religiosidad popular. Las cristianizó formalmente, sin conseguir suprimir expresiones conflictivas o sexuales que emanaban desde dentro de la propia sociedad. De esta forma, el programa contrarreformista de control social estudiado por J. Bossy, quedó en proyecto´”[6].
▪ “Es cierto que entre los practicantes de la magia rural no dejaba de ser común la invocación a ciertos espíritus, ya fueran expresión de fuerzas mágicas, antiguos dioses paganos, ánimas de los antepasados o incluso santos. Pero la nueva versión eclesiástica, según la cual se definía la brujería precisamente por el pacto con el Demonio, debe relacionarse más con la evolución de la propia Iglesia que con el pretendido cambio de las creencias y prácticas populares. Dentro de esta evolución puede comprenderse mejor la atribución de pacto demoníaco, no sólo a los magos cultos y a los herejes, cuyas doctrinas podían suponer una fuerte competencia a las enseñanzas de la Iglesia, sino también a cualquier conducta no controlada directamente por sus representantes. Para justificar la actuación sobre los medios rurales, donde todavía quedaban tantos restos de creencias paganas, tantas formas diferentes de interpretar lo sagrado, tantos ritos, tantos seres por quienes la mayoría de la población sentía un respeto especial, mezcla de admiración y temor, se llegó a inventar una nueva herejía: la brujería, tal y como la interpretaron quienes la definieron. Constituía ahora, en su opinión, un sistema de ideas opuesto al cristianismo y basado en la ayuda de Satanás (termino que, en griego significa precisamente el adversario.). De este modo, la brujería llegó a ser considerada como el crimen más grave de todos cuantos puede cometer el ser humano. Tal afirmación se basaba siempre en la supuesta vinculación con el Demonio por parte de quienes eran acusados de brujos. Y la justificación jurídica aducida era que la brujería reunía en uno otros tres tipos de delitos: herejía (el más grave, por la alianza con el Demonio), apostasía (ya que el brujo renunciaría a su fe para sustituirla por una nueva fe en el Diablo) y blasfemia (pues los ritos demoniacos constituían la más grave afrenta a Dios)”[7].
▪ “Por lo que respecta a los cultos paganos se vieron abocados a la privatización o el ocultamiento. Así la destrucción de edificios paganos generó a su vez la posterior caza de brujas y de magos que en otras circunstancias, al menos una parte de ellos, no hubieran pasado de ser considerados como simples ejecutores de ritos paganos.”[8]
Entiendo que está tan claro en la comunidad académica que particularidades al margen, sí que hubo una subsistencia de la Vieja Religión hasta la Edad Moderna, que los “puede” y las opiniones sobran y no es temeridad ni frivolidad reconocerlo, sino un derecho fundamentado que el miedo al ridículo o al descrédito nos ha impedido defender, por lo mismo que el interés o la comodidad ha invitado a muchos relegarlo al ámbito de lo anecdótico.
… Pero lo más llamativo de este artículo es que dicho lo anterior, casi podría suscribir la gran mayoría de lo que dice a continuación. Vamos, que aporta un planteamiento bastante alejado del eclecticismo, da claves sobre el recorrido histórico a seguir y plantea valores a mi humilde entender sensatos.
Con todo, decir que una religión que se sabe existía hace 6000 años, que conocemos era practicada por los pueblos indoeuropeos, que en la Edad Media se conoció como Brujería, la práctica de la Wicca (Witchcraft), que conserva patrones arcaicos y ritos ancestrales (liturgia, calendario, tradiciones) como la Circumambulatio (disposición circular del espacio sagrado), la Rueda del Año (sacralización de los tiempo y de los Ciclos Vitales), el Gran Rito (Hierogamia), el Culto a los Antepasados y a la Naturaleza, etc., que afirmar que la más antigua manifestación religiosa de Europa no puede considerarse como la “Vieja Religión”, más que una opinión empieza a indicar que hay gente bastante nerviosa y preocupada, tratando de evitar que se sepan estos datos y a lo peor que se difundan hasta el punto que no puedan ignorarse.
©Fernando González
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1. http://wiccasolitario.mex.tl/924206_Wicca-como-se-debe.html
2. Rosa Sanz Serrano. Doctorada “Cum Laude” en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid.” Catedrática de Historia Antigua de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Hispania, el Imperio y los Bárbaros. Aspectos generales de una investigación interdisciplinar, pág. 245).
3. Oscar Gerometa. Bachiller en Teología egresado de las Facultades de Filosofía y Teología de la Universidad del Salvador de Buenos Aires, Argentina. Dirige “Informe sobre Sectas”. Fuente: Catholic.net y ésta de Informe sobre Sectas.
4. Mircea Eliade. Doctorado en Filosofía y Catedrático de Historia de las religiones en la Universidad de Chicago. Historia de las creencias y las ideas religiosas. V. III, 306. LA «CAZA DE BRUJAS» Y LAS VICISITUDES DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR, pág. 293.
5. Merry E. Wiesner-Hanks. Profesora Distinguida y Jefa del Departamento de Historia de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, Coordinadora del Programa de estudios comparativos de las religiones. Cristianismo y Sexualidad en la Edad Moderna. La regulación del deseo, la reforma de la práctica. De Sex and Society the Orthodox Slavs, 900-1700, lthaca, Cornell University Press, p. 204.
6. Jesús M.ª Usunáriz Garayoa, Doctorado en Historia. Profesor de Historia Moderna de la Universidad de Navarra. Los estudios sobre religiosidad popular en la España Moderna en los últimos veinticinco años. pág. 37.
7. María Tausiet Carlés. Doctora en Historia por la Universidad de Zaragoza, especializada en 2 Medieval y en el estudio de la brujería, la posesión demoníaca y la magia urbana. Doctorada “Cum laude” por unanimidad por su Tesis “Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI Ponzoña en los ojos”. Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI. págs. 41, 42.
8. Rosa Sanz Serrano. Doctorada Cum Laude en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Catedrática de Historia Antigua de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. La destrucción de centros de culto paganos como forma de persecución religiosa en la Península Ibérica. Arys, Vol. VI, Antigüedad: Religiones y sociedades.
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