¿Quien no ha oído hablar a estas alturas de Atapuerca y de sus enterramientos, tesoros, descubrimientos y el desconcierto que han provocado en toda la comunidad científica los sorprendentes hallazgos que siguen apareciendo, ansiosos por salir a la luz, al ritmo de las paladas de los arqueólogos? ¿A quien no le suena el Homo Antecessor y el vértigo que producen 800.000 de años de pasado común?
Si, ciertamente que son de dominio público los muchos y relevantes giros y reajustes que ha tenido que realizar la comunidad científica para ir amoldándose a la nueva realidad. Ahora bien, parece ser que no ha sucedido lo mismo con los otros cónclaves del espectro social -a los religiosos nos referimos-, por lo que se ve menos diligentes o quizá menos dispuestos a los cambios y cuanto más si son tan radicales, pero lo cierto es que debemos dejarles su tiempo, porque realmente agobia solo imaginar todas las posibilidades.
¿Cómo asumir de golpe que la religiosidad no se ciñe exclusivamente al ser humano, a nuestra especie? ¿Cómo entender que el Homo Heilderbengensis, un pariente del homo sapiens sapiens -nuestro-, realizara hace 400.000 años enterramientos rituales, que comprendiera el sentido de la muerte, su trascendencia, y dejara para el efecto un elemento como este?
Descubrir el misterio de la piedra rayo (nombre por el que los pueblos precristianos conocían a este tipo de objetos normalmente trabajados para hachas bifaces o puntas de lanza y flecha), de por qué fue colocada en el conjunto de una gruta con restos oseos de úrsidos y de Heilderbengensis, apenas accesible y que no sirvió de cobijo o pernocta a estos parientes de la familia Homo, va a llevarles su tiempo, tanto como el que necesiten para explicar a sus feligresías cómo ha podido suceder algo así.
Noticia recogida de ARQUEHISTORIA
Wicca Celtibera 