El pasado lunes 12 de marzo la Iglesia Católica Apostólica y Romana (ICAR) ofreció los datos sobre las tendencias religiosas en nuestro Sistema Educativo, divulgando el porcentaje de alumnado matriculado a la asignatura de Religión Católica bajo el engañoso títular: «El 70,2% de los alumnos eligen cursar voluntariamente religión católica« (fuente).
Pero antes de entrar de lleno en el meollo de la cuestión y para explicar por qué hemos calificado como «engañoso» este titular -que motivos haberlos haylos-, deberíamos reflexionar y abundar sobre la estadística o, más concretamente, sobre la verosimilitud de esta última estadística. Y decimos esto porque justo inmediatamente después -al día siguiente- de que la Conferencia Episcopal de la ICAR hubiese divulgado estos datos, la Organización Europa Laica a través del Portal Laicismo.org ha hecho llegar otros datos muy, pero que muy diferentes.
Concretamente nos informa que según recoge Público por mediación de EFE, los Obispos y al revés de como se había dicho, están muy preocupados por la disminución de matriculaciones en su asignatura, que en términos generales las hace disminuir en un 0,8% (fuente), destacando que desde «la Conferencia Episcopal (CEE) se advierte de un nuevo descenso de los que cursan la asignatura optativa de religión y moral católicas desde infantil hasta bachillerato. En comparación con el año anterior, los matriculados en esta clase han disminuido un 0,8%, dato que debe alertar «a todos los responsables de la educación de la juventud», señalan los obispos en una nota de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis»
Pero hay más, es que haciendo referencia a datos oficiales rebate a la Conferencia Episcopal Española (CEE) explicando bajo el titular «Europa Laica rectifica a los Obispos. Mienten en cuanto al alumnado que solicita Religión Católica Ofrecen una cifra del 70,2%, cuando en realidad no llega al 50%, según datos oficiales«, que la realidad de los datos desmiente a la CEE: «La realidad es muy distinta a la que propagan los obispos: De los datos oficiales, por CCAA, que nos ofrecía el último informe anual publicado por el Consejo Escolar del Estado (página 646. Cuadro IV.2.11.1), referido al curso 2009-2010. El número de alumnado no universitario que cursaba religión católica en el conjunto de las CCAA, en la enseñanza pública y privada era de 3.128.358, de un total de 6.795.938 (sin contabilizar el primer ciclo de infantil), ello nos situaba en un porcentaje de alumnado que no cursaba religión de un 46%, salvo que los datos que ofrece este organismo y el MEC no sean correctos. Como se observa las cifras son sensiblemente inferiores a las que difunden los obispos. Y según los datos que constan en poder de Europa Laica, en el presente curso escolar, sin datos oficiales todavía, es que el descenso ha sido aun mayor.»
Vamos que de un plumazo ese fervor religioso ha perdido un 30% de empuje. Pero vayamos un poco más despacio. Es que además de tener bastantes razones para no creerse los datos de la CEE y de que por lo tanto puedan haberlos «maquillado» por mero marketing, de su titular resultan tres cosas evidentes:
1ª.- Las campañas proselitistas con las que nos agasajan todos los años para captar a los/as menores a las clases de catolicismo, están siendo subvencionadas por el Estado -léase el pueblo-. Y digo captar con todo el peso peyorativo de la palabra, porque si bien comprendemos que siendo proselitistas vivan de/con ello, no así podemos aceptar que se «pesque» a menores de edad, algo que no tiene nada que ver con su derecho a ejercer su libertad religiosa, que por supuesto ha de respetarse, sino que los derechos de la infancia les predecen.
2ª.- No es cierto, como reflejan, que los niños y las niñas que son matriculados -que no lo hacen por iniciativa propia- en la asignatura de Catolicismo, lo sean por propia voluntad, pues la inmensa mayoría o el grueso de esas matriculaciones, se corresponden con la decisión impositiva paterna y materna de matricularlos y muchas veces presionados por los propios centros docentes, digámoslo todo, primando los deseos del progenitor sobre la libertad de conciencia de sus hijos e hijas.
3ª.- Y aquí, por lo que se ve, se contradice la doctrina pro-vida de la ICAR que establece que han de primar por encima de los deseos de padre y madre los derechos fundamentales del niño o la niña -¿será que un cigoto los tenga y un niño de 10 años no? se diría un mal pensado-. De hecho, las proporciones varían sensiblemente tal y como refleja el Informe, que según la ICAR viene a decir que «el 99,5% cursa religión en los centros de ideario católico; el 69,6%, en los privados no religiosos, y el 61,5%, en la escuela pública«, mientras que Laicismo.org a través de los datos oficiales, matiza y corrige: «Los centros de titularidad pública tienen las tasas más bajas de matriculación en religión por etapas educativas: 70,1% en primaria, 65,4% en infantil, 55,8 por ciento en ESO y 21,1% en bachillerato. La matriculación en las clases de religión viene experimentando un descenso progresivo en los últimos años, especialmente en la educación pública.»
Quizá, solo quizá, todos estos dimes y diretes, cifras y contracifras, abusos y recelos desaparecerían si en primer lugar la sociedad, después el Estado y finalmente y por necesidad las Confesiones Religiosas, asumieran sus responsabilidades, discursos y homilías, llegarían a un gran Pacto de Estado que implantara de una vez por todas un Sistema Educativo que además de otros «apaños» de diferente calado, resolviera el asunto de la educación religiosa desde los centros docentes.
En este sentido y como hemos repetido -e insistiremos- una y otra vez, entendemos que está en nuestras manos la solución siguiendo unos pasos que tarde o temprano la lógica habrá de imponer sobre la demagogia:
a) Supresión de la Asignatura de Religión (cualquiera), así como de toda materia optativa.
b) Creación de la Asignatura de Filosofía e Historia de las Religiones. Una Asignatura lectiva y evaluable, impartida por personal docente Público contratado por la Administración (centros públicos).
c) Fuera del horario lectivo y bajo la responsabilidad absoluta de las Confesiones Religiosas, todas aquellas familias que decidan que sus hijos e hijas reciban algún tipo de educación religiosa -de cualquier Culto reconocido sin limitaciones ni diferencias-, contarán con la colaboración de los Centros Docentes de los/as menores allí matriculados, cediendo el material y las instalaciones para facilitar su transmisión, que se hará por personas dependientes de los mismos cultos.
No podemos estar más en desacuerdo con la CEE cuando afirma que «“es un derecho fundamental de los padres, reconocido por la Constitución española en el artículo 27.3, que sus hijos reciban la enseñanza religiosa y moral católica, siguiendo sus propias convicciones religiosas. El Estado debe garantizar la formación religiosa y moral de los hijos, si así lo manifestáis los padres.»
Y no lo hacemos porque el Art. 27.3 de la Constitución Española lo que dice es que «los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones«, pero en ningún momento reconoce que sea un derecho fundamental de los padres -y las madres- exigir que los Centros Docentes y/o el Estado deban subvencionarlo y que como la Constitución garantiza que éste protegerá que se cumpla tal derecho, hayan de pagar a los educadores religiosos y valorar la disciplina académicamente. Ni mucho menos que el derecho de los padres a elegir la religión de los hijos -hasta que éstos tengan edad legal para decidir por sí mismos, prevalezca sobre el derecho de los/as menores a no ser nunca alienados por morales a-constitucionales o inconstitucionales, que puedan enseñar directrices que contravengan los Derechos Humanos, Fundamentales y Civiles amparándose en la libertad religiosa, como sabemos ocurre continuamente.
Los derechos de los niños y de las niñas están siempre por encima de los deseos e incluso por defecto de los derechos de sus progenitores -eso mismo difunde la ICAR y con razón, por cierto-, pues bien, apliquémoslo.
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